El tiempo, como una avalancha, no se detiene. Es fugaz, se escapa. El instante pasa.

 Y sin embargo, hay un intento constante del hombre por atraparlo, detenerlo, eternizar cada momento, ir en contra de lo que nos dice el tiempo, acallar su “memento mori”. 

Las piedras, una sobre la otra,-en equilibrio o sin él- pero inmóviles, fijas, detenidas en medio del camino. Un hito. El intento del deseo de inmortalizar las cosas, que se mantengan apiladas como si nada transcurriera, burlándose así del tiempo que todo lo modifica. El intento de congelar su paso y, como en una fotografía que trae el pasado al presente, eternizar el día, lo cotidiano, el cuerpo… sortear la muerte inevitable.